Pues tratándose de un medio tan anticatólico, es bastante llamativo que le dediquen un espacio a una peregrinación tradi. El titular es engañoso, porque va uno a ver qué exactamente dice sobre lo que piensan en el Vaticano, así sea citando a alguien representativo anónimo, pero de eso nada. Total, por este artículo Usted no sabrá lo que piensan por allá, mucho menos si lo miran de reojo, como dice el titular, o no. Pensar que el corresponsal viajó hasta Chartres para salir con semejante articulito, así en diminutivo. Esta entrada para dar acuse de (mal) recibo.
Artículo de El País, Jun-10-2025.
Follow @SECRETUMMEUMEl Vaticano mira de reojo el éxito de una peregrinación tradicionalista
DANIEL VERDÚ
Chartres
La marcha a la catedral de la ciudad francesa de Chartres culmina con una misa en latín y el cura de espaldas a los fieles
A las 14.00, el cura, con guantes y de espaldas a los fieles, de cara a Dios (según matizaría la estricta tradición), comienza su misa, íntegra en latín. La liturgia, en la catedral de Chartres, una maravilla del gótico, a 100 kilómetros de París, constituye el máximo esplendor del rito tridentino, santo grial del tradicionalismo católico. Casi nadie entiende una palabra, pero da igual; hay un misal con la traducción para el millar de personas que cabe dentro del templo. Y, sobre todo, se trata de una reivindicación monumental de una rama marginada en la Iglesia moderna que cada año aumenta su apoyo, al calor del auge del conservadurismo en diferentes rincones del mundo, y culmina aquí, bajo la inquieta mirada del Vaticano. Se trata de una peregrinación de tres días cuyo número de seguidores crece en cada edición.
La marea de peregrinos convocados por la asociación Nuestra Señora de la Cristiandad, siempre para el día de la Segunda Pascua, no ha parado de subir en los últimos años. Fueron 500 en 1983. Ayer, según las inscripciones, participaron al menos 19.000. Recorren un centenar de kilómetros de arduos caminos de París a la catedral de Chartres, portando consigo estandartes y cruces. Amenizan las horas cantando y rezando en latín y acariciando las cuentas de sus rosarios. Ritos anteriores al Concilio Vaticano II, como la misa tridentina (oficiada de espaldas y en latín), constituyen hoy un desafío a la Santa Sede, que restringió con Francisco estas prácticas a casos excepcionales.
“Empecé a los 18 años, ahora hace ya 40. Amamos a Jesús y queremos que una los corazones para la comunión del mundo”, explica Cécile de Beir, fotógrafa y una de las organizadoras del evento.
Las inscripciones aumentan cada año y baja la edad de los peregrinos: la media actual es de 20 años. Hay 1.700 niños, 500 adolescentes de 13 a 16 años. Ahí están François Aubert, de 21 años, y su amigo, Étienne Régent, de 19. Este año han peregrinado en bicicleta. “Venimos porque en el mundo actual es muy difícil conectar con la verdad, con algo auténtico. Este tipo de misa debería ser más frecuente porque se recupera el sentido de lo sagrado. No estamos en contra de la misa moderna, pero preferimos esta”, señala Aubert, al tiempo que ambos admiten no entender ni una palabra de latín.
Con permiso del obispo
Antes de la misa llegan hordas de fieles, acompañados de voluntarios y responsables organizativos, y 430 clérigos, entre ellos el abad Jean de Massia, capellán general. Y una docena de grandes predicadores, como Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), o el antiguo rector de Notre-Dame de París Patrick Chauvet. También el obispo de Chartres, Philippe Christory.
La marcha tiene también un componente reaccionario y de protesta contenida, especialmente durante los años de Francisco, que se opuso frontalmente a este tipo de celebraciones y en 2021 limitó las misas tridentinas (por el Concilio de Trento), es decir, las oficiadas en el rito antiguo y previo al Concilio Vaticano II. Hasta entonces las seguían realizando grupos conservadores y del sector más ultraderechista de la iglesia, ya que Benedicto XVI así lo permitió en 2007. Ahora deben pedir permiso a los obispos y se autorizan en casos contados.
Esta peregrinación tiene su versión española desde hace tres años. Cada verano recorre 85 kilómetros, desde la catedral de Oviedo hasta la basílica de Covadonga. En la primera edición fueron 400 personas; en la segunda, 900, y este año, 1.200.
El rito antiguo se seguía utilizando en grupúsculos de católicos de Europa central y en EE UU. Benedicto XVI había autorizado que así fuera porque quiso dar cabida a distintas sensibilidades y evitar más fracturas como las que se produjeron cuando se excomulgó al obispo francés Marcel Lefebvre, que había desafiado años antes a Pablo VI con una misa de este tipo ante 7.000 fieles. Los lefebvrianos quedaron fuera de la Iglesia en 1988 con Juan Pablo II, cuando el propio Lefebvre ordenó a cuatro obispos. La cuestión ahora es saber qué hará el nuevo papa, León XIV, con esta celebración de afluencia creciente.