Tuesday, July 8, 2025

Solamente El 54% De Los Chilenos Se Declara Católico

Chile deja de ser mayoritariamente católico a pasos agigantados, pero nadie debería preocuparse, la solución ya está inventada y sirve para este caso y para quién sabe qué más: La sinodalidad.

Información de La Tercera, Jul-07-2025.

Un Chile que deja de creer: censo confirma que el país es cada vez menos católico y hay un auge de los no religiosos

Según el Censo 2024, actualmente el 54% de las personas mayores de 15 años en el país se declara católica, mientras que en 2002 ese número llegaba al 70% y en 1992, al 77%. Así, el catolicismo, que durante décadas ha sido la fe mayoritaria, continúa su caída acelerada, mientras crece con fuerza el grupo de quienes no se identifican con ninguna religión.

Maximiliano Estrada


Durante buena parte de su historia, el catolicismo ocupó un lugar central en la cultura y vida pública del país. Fue, por mucho tiempo, la confesión predominante, con fuerte presencia en los ritos sociales, la educación, el discurso moral y hasta en la política. Pero ese predominio ha ido cediendo, de forma sostenida, en las últimas tres décadas, perdiendo fieles, y con un número creciente de personas que ha dejado de declarar una religión.

Al respecto, el Censo 2024 pone cifras a esta tendencia: actualmente el 54% de las personas mayores de 15 años en Chile se declara católica. En 2002 ese número llegaba al 70% y en 1992, al 77%.

La caída es consistente y se aceleró, según expertos, después de 2010. En ese período estallaron múltiples denuncias por abusos sexuales cometidos por miembros del clero, junto a acusaciones de encubrimiento institucional.

“Muchas personas se vieron desilusionadas, desencantadas”, dice el sociólogo Eduardo Valenzuela, académico del Instituto de Sociología y de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica.

Desde la Iglesia Católica reconocen que los resultados interpelan directamente a la institución. El presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de La Serena, René Rebolledo, afirma que los datos del censo “nos desafían a discernir estos resultados y conversarlos, dialogarlos a toda instancia”.

Aunque reconoce que aún no ha tenido la oportunidad de analizarlos con otros obispos, señala que “debemos asumir estos datos con un espíritu de autocrítica y discernimiento”. Rebolledo añade que hoy “ya no basta la pertenencia cultural o la tradición para sostener la fe”, y cree que los católicos deben volver a lo esencial: “La centralidad de Jesucristo, el anuncio del Evangelio, la cercanía con las personas”.

El sociólogo Valenzuela explica que “el cambio venía ocurriendo desde los años noventa, pero en la última década se vuelve más rápido y pronunciado”. Y suma: “La caída en la adhesión al catolicismo no es lineal, se acelera después de 2010, y eso tiene que ver tanto con factores culturales de largo plazo, como con una pérdida de confianza institucional más reciente”.

Pero la medición censal no solo refleja el retroceso del catolicismo. También da cuenta del ascenso de una categoría que hasta hace poco parecía residual: quienes no tienen ninguna afiliación religiosa. Ahora representan el 25,8% de la población mayor de 15 años que respondió la pregunta sobre religión, es decir, uno de cada cuatro chilenos adultos. En 2002 eran apenas el 8,3%. En poco más de dos décadas, el porcentaje de personas que se declara sin religión se triplicó, consolidando uno de los cambios culturales más profundos en la historia reciente del país.

Si bien el fenómeno es nacional, hay diferencias territoriales. Las regiones del Maule (81,7%), Ñuble (80,1%) y O’Higgins (79,4%) concentran los mayores porcentajes de personas que profesan alguna religión. En cambio, zonas como la Región Metropolitana, Antofagasta o Valparaíso muestran los niveles más altos de personas sin religión, superando en algunos casos el 30%.

En el país hay 15.205.784 personas mayores de 15 años, de las cuales 15.118.269 respondieron sobre religión o credo. De ellas, el 74,2% (11.211.961 personas) dice tener una creencia religiosa, mientras que el 25,8% (3.903.308 personas) señala no tener ninguna. Otras 87.515 no declararon su posición.

Una brecha generacional

También hay matices por edad y género. Quienes se declaran creyentes tienen un promedio de 46.7 años, casi una década más que quienes señalan no tener religión, cuyo promedio es de 38,8 años. Aunque las mujeres siguen siendo mayoría entre las personas religiosas (54,5%), la brecha de género se ha acortado.

Hoy, tanto hombres como mujeres están dejando la religión. “Antes era común que en una pareja él no creyera y ella sí. Eso ya no es tan así. También las mujeres participan de este proceso de secularización”, sostiene Valenzuela.

Y agrega: “La mayoría de quienes se declaran sin religión no son necesariamente ateos. Muchos siguen creyendo en Dios o en alguna forma de espiritualidad, pero ya no se sienten representados por las instituciones religiosas tradicionales”.

El arzobispo Rebolledo coincide: “La fe es un don que se acoge y se vive por convicción, no por imposición. Esta convicción solo puede crecer si nos hacemos presentes en la vida de las personas, especialmente de los jóvenes, porque es donde más se nota la desafección”. Según el líder eclesiástico, el actual contexto requiere comunidades “más sencillas, más espirituales, creativas, testimoniales y solidarias”, capaces de salir al encuentro de quienes se han alejado.

Consultado sobre el impacto que la crisis de los abusos sexuales ha tenido en la desvinculación de los fieles, Rebolledo no esquiva el punto, afirmando que “la desafección tiene muchas raíces, pero una de ellas -y no menor- es nuestra responsabilidad como Iglesia en el tema de los abusos sexuales. Son crímenes que han causadouna herida muy profunda”.

El arzobispo recuerda que el propio Papa Francisco instó a los obispos chilenos a enfrentar con decisión esta realidad, impulsar una cultura del cuidado y avanzar en procesos de reparación. “Nunca será suficiente en prevención”, reconoce, “pero hemos formado miles de agentes pastorales: hemos acompañado a víctimas y trabajado por cambios reales”, añade.

Evangélicos y otras religiones

En paralelo, el número de personas que se identifica con iglesias evangélicas o protestantes mantiene un crecimiento lento, pero sostenido: un 16,3% en el Censo 2024, frente al 13,2% de 1992. Actualmente suman 2.466.607 personas.

A pesar de ello, no han absorbido el éxodo católico. La mayoría de quienes se alejan del catolicismo simplemente se declara sin religión. La presencia evangélica se mantiene con más fuerza en zonas rurales del sur, especialmente en La Araucanía y el Biobío.

Además del catolicismo y el protestantismo, el censo registra otros credos con menor adherencia: la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuenta con 94.266 seglidores: los testigos de Jehová suman 121.805, y hay otras religiones como el judaísmo (28.153), el islam (10.197), el budismo (18.221), el hinduismo (4.530) y el catolicismo ortodoxo (10.912). En total, 89.856 personas declararon profesar “otras religiones o credos” no especificados.

El fenómeno no es exclusivo de Chile. Un estudio reciente del Pew Research Center identifica al país entre los que más han visto crecer la población sin afiliación religiosa en la última década, junto a Uruguay, Australia y Estados Unidos. En el caso chileno, el proceso se interpreta como una expresión local de una tendencia global: una secularización asociada a mayor escolaridad, urbanización, autonomía personal y acceso a información.

Subsecretaria Del Sínodo: “Papa León Ha Reafirmado El Deseo De Ser Una Iglesia Sinodal”

Sor Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo, ha sido quien ahora ha salido a propulsar la sinodalidad, como para que no quede duda que la tendremos sí o sí, pospóngala o ralentícela un Papa o no, y al que no le guste, allá él. En una entrevista publicada hoy en varias lenguas por Vatican News, Sor Becquart habla con la disculpa de la aparición ayer del documento aquel “pistas para la fase de implementación del Sínodo”. Tan confuso es todo ello que incluso en esta entrevista una de las preguntas es el significado de sinodalidad, a estas alturas nadie sabe exactamente qué es, y como en fechas recientes León parece haber manifestado entenderla en forma diversa a como la entendia el “amado” predecesor, pues al paso hay que salirle, no sea que nos resulte díscolo el nuevo Papa, y recordarle lo que se busca. De una vez le decimos que Usted después de leer la siguiente entrevista no va a saber de una buena vez por todas qué es y en qué consiste la sinodalidad.

Esta es la versión en español de la aludida entrevista publicada en Vatican News. La versión original en inglés es ligeramente diferente.

Hermana Nathalie, el Sínodo acaba de publicar un nuevo documento titulado Pistas para la Fase de Implementación del Sínodo, un texto que apoya el intercambio de dones entre las Iglesias. ¿Podría explicarnos qué es esta fase de implementación?

Esta fase comenzó justo después de la celebración del Sínodo que culminó con la Asamblea en Roma en octubre de 2024. Según la constitución Episcopalis communio, la recepción del Sínodo —es decir, poner en práctica sus frutos— es una etapa clave.

Y por primera vez, el Papa Francisco aprobó directamente el Documento Final del Sínodo, lo que lo convierte en parte del Magisterio ordinario de la Iglesia. Por eso, ahora se nos pide concretar esas recomendaciones, llevarlas a la vida con creatividad, respetando la diversidad de contextos de las Iglesias locales.

No basta con tener un documento y dejarlo archivado. Cada Iglesia local debe discernir cómo aplicar sus recomendaciones en su realidad concreta.

Las primeras fases del Sínodo —escucha y celebración— fueron etapas delimitadas. ¿La fase de implementación tiene un período definido?

Es una fase abierta, pero se ha previsto un marco de tres años, con pasos definidos, que culminará en octubre de 2028 con una Asamblea Eclesial en Roma para compartir frutos y evaluar el proceso.

Este camino incluye asambleas en diócesis, a nivel nacional y continental. Sabemos que implementar la sinodalidad en todos los niveles llevará tiempo, pero lo importante es avanzar paso a paso. Este documento busca guiar a quienes necesitan orientación concreta. Muchos ya han comenzado desde que se publicó el Documento Final.

Mucha gente todavía se pregunta: “¿Qué es la sinodalidad?”. ¿Podría ofrecernos una definición sencilla?

Sí. En el Documento Final del Sínodo hay una definición clara (cf. párrafo 28), pero se puede entender de dos maneras que ayudan mucho:

Primero, cito al teólogo australiano Ormond Rush: “La sinodalidad es el Concilio Vaticano II en miniatura”. Lo que estamos viviendo hoy responde directamente a la visión del Vaticano II. Sinodalidad es simplemente continuar su recepción. No se ha implementado del todo, y esto es parte de ese proceso.

La otra manera de entenderla —más sencilla quizás— es recordar nuestro logo sinodal: comunión, participación, misión. La sinodalidad es un modo de ser Iglesia que nos ayuda a ser más misioneros y participativos.

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha caminado así. Ahora redescubrimos este modo, subrayando que todos somos bautizados y, como Pueblo de Dios, llamados a llevar la misión juntos. Cada uno con su vocación, carisma o ministerio. La sinodalidad también implica ecumenismo, diálogo interreligioso, atención a los pobres y marginados, y una Iglesia abierta a todos para anunciar el Evangelio.

Hablemos ahora del documento en sí. ¿Qué busca lograr Itinerarios para la Fase de Implementación del Sínodo?

Este documento responde a preguntas concretas. Primero, apoya la implementación del Sínodo a nivel local. Segundo, promueve el “intercambio de dones” entre Iglesias, un concepto clave del Documento Final.

En mi misión he podido viajar mucho, y he visto la belleza de una Iglesia que es una, pero diversa en contextos, culturas y modos de vivir la fe. Cada Iglesia local tiene su camino, pero no debe caminar sola. Este documento subraya que no puede haber conversión sinodal en solitario.

Por eso el Sínodo enfatiza el papel de las Iglesias locales, pero también el diálogo entre ellas: en provincias eclesiásticas, conferencias episcopales, y a nivel continental.

El plan aprobado por el Papa Francisco y confirmado por el Papa León incluye asambleas locales, nacionales y continentales, hasta la Asamblea Eclesial en Roma. Es un proceso de comunión activa.

¿Puede dar ejemplos concretos de cómo los fieles y las Iglesias locales pueden comenzar esta implementación?

El primer paso es leer el Documento Final del Sínodo. Este nuevo texto es una herramienta para adentrarse en él y discernir cómo aplicarlo localmente, siempre con creatividad guiada por el Espíritu Santo.

El responsable principal es el obispo diocesano o eparquial, pero nadie puede hacerlo solo. Se recomienda que cada diócesis tenga un equipo sinodal, que trabaje con el obispo. Muchos ya los tienen.

Pero todos los bautizados están llamados a ser protagonistas. En sus parroquias, movimientos, comunidades. También deben implicarse escuelas, universidades católicas, ministerios juveniles, Cáritas, comunidades religiosas... toda la diversidad eclesial.

Usted ha mencionado muchas veces el concepto de “recepción”. ¿Qué significa exactamente desde una perspectiva teológica?

La recepción es aceptar activamente lo que ha sido discernido como llamado de Dios en un Sínodo o Concilio. La recepción es abrazar los frutos y orientaciones surgidas de ese proceso. Sin ella, un documento no basta. Históricamente, se ha visto que recibir un Concilio puede tomar más de un siglo. Por ejemplo, el Concilio de Trento propuso la formación de los sacerdotes en seminarios, pero en algunos países tardó más de cien años en aplicarse.

El Vaticano II nos enseña que Dios no impone enseñanzas desde fuera, sino que entra en diálogo con nosotros. La recepción, entonces, implica una participación activa del Pueblo de Dios en esa conversación. Todos estamos llamados a acoger y poner en práctica lo que el Espíritu ha mostrado.

El Papa Francisco fue el gran impulsor del Sínodo sobre la Sinodalidad. Ahora, con el Papa León, ¿cómo ve usted que continúa este camino?

Desde el inicio de su pontificado, el Papa León ha reafirmado el deseo de ser una Iglesia sinodal. De hecho, ya lo vivía cuando era obispo en Perú: organizó la fase de escucha en su diócesis, participó en reuniones continentales, en la redacción del instrumentum laboris, en las asambleas de 2023 y 2024, y en dos grupos de estudio.

Tiene un estilo muy similar al del Papa Francisco: escucha, espiritualidad profunda, cercanía con el pueblo. Ejercita el ministerio petrino de forma sinodal.

Cuando falleció el Papa Francisco, fue conmovedor ver la cantidad y diversidad de personas que vinieron a despedirlo: pobres, niños, personas con discapacidad, líderes religiosos. Lo mismo ocurrió en la elección del Papa León: la gente sintió esa conexión inmediata.

La sinodalidad se manifiesta también en estos gestos concretos. Y lo que buscamos con este nuevo documento es continuar ese camino, espiritual y pastoral, con pasos concretos: consejos pastorales, estructuras sinodales, participación de todos.

¿Desea añadir algo más?

Sí. Es importante subrayar que el Espíritu Santo ha estado guiando este proceso desde el inicio. La sinodalidad es, en el fondo, una llamada de Dios para que la Iglesia sea más misionera. Todo el proceso está al servicio de la misión: evangelizar, servir, amar.

Muchos ya han comenzado a vivir esto, incluso antes de la publicación del documento. Ya hay equipos sinodales en muchas conferencias episcopales, organismos internacionales, comunidades religiosas, etc.

Algunas diócesis incluso han creado funciones nuevas, como vicarios generales para la sinodalidad o laicos encargados de implementar el proceso. En países como Australia, han hecho sínodos diocesanos tras su Concilio Plenario. Otros están en camino.

Lo esencial es seguir caminando juntos, con creatividad, responsabilidad compartida y la guía del Espíritu. Así, seremos una Iglesia más fiel a su misión en el mundo de hoy.

La transcripción ha sido editada para mayor claridad (artículo original disponible en inglés).