Favorito entre los rígidos, pelagianos, contadores de rosarios, cristianos con cara de pepinillo en vinagre, el libro “La Imitación de Cristo” ha sido citado dos veces hoy por Francisco en la homilía durante la Misa Crismal en la Basílica Vaticana. Alguien que nos diga si eso había ocurrido antes durante los once años anteriores. Aunque, como ha hecho en el caso de San Vicente de Lerins, el contexto en el que utiliza estas dos citas de “La Imitación de Cristo” es precisamente para criticar a sus sacerdotes, o sea, los de la diócesis de Roma, quienes concelebraban con él la Misa Crismal. De paso, hacer notar que en las notas de pie de página proporcionadas por el Vaticano no aparece alusión alguna a su autor, del cual siempre se ha creído es Thomas Hämerken ó, como decimos en español, Tomás de Kempis, como aparece por ejemplo en la Enciclopedia Católica; solamente en tiempos modernos (¡ojo!, no hemos escrito “modernistas”) se ha puesto en duda su autoría, y presumiblemente esa es la razón por la cual no lo nombran en las aludidas notas de pie de página. Más o menos, salvadas las debidas proporciones, como ocurrió con la que hasta hace unos sesenta años se conocía como la “Carta de San Pablo a los Hebreos” que, por motivos similares a los que acabamos de referir, ahora solamente se llama “Carta a los Hebreos”.
Cita:
El corazón sin arrepentimiento ni llanto se vuelve rígido. Primero se afianza en sus rutinas, después es intolerante con los problemas y las personas le son indiferentes, luego se torna frío y casi impasible, como envuelto en una coraza inquebrantable, y finalmente se vuelve un corazón de piedra.
Otra cita:
Cuánto necesitamos liberarnos de resistencias y recriminaciones, de egoísmos y ambiciones, de rigorismos e insatisfacciones, para encomendarnos e interceder ante Dios, encontrando en Él una paz que salva de cualquier tempestad.
Pero como lo que queremos hacer notar aquí son las dos citas de “La Imitación de Cristo” utilizadas por Francisco, son estas. La primera:
«Date a la compunción del corazón», en cuanto «por la liviandad del corazón y por el descuido de nuestros defectos no sentimos los males de nuestra alma» (Cap. XXI, 2).
«No te ocupes en cosas ajenas ni te entremetas en las causas de los mayores. Mira siempre primero por ti, y amonéstate a ti mismo más especialmente que a todos cuantos quieres bien. Si no eres favorecido de los hombres, no te entristezcas por eso, sino aflígete de que no te portas con el cuidado y circunspección que convienen» (Cap. XXI).
La primera cita, como de verdad aparece, en realidad está en el Libro Primero, capítulo XXI, pero en los números 1 y 2, y dice así leída de corrido (resaltamos en negrilla los dos párrafos con los cuales se compuso la cita de Francisco):
Date a la compunción del corazón, y te hallarás devoto.
La compunción causa muchos bienes, que la disolución suele perder en breve.
Maravilla es que el hombre pueda alegrarse alguna vez perfectamente en esta vida considerando su destierro, y pensando los muchos peligros de su alma.
Por la liviandad del corazón y por el descuido de nuestros defectos no sentimos los males de nuestra alma, pero muchas veces reímos sin razón, cuando con razón deberíamos llorar.
La segunda cita, que se encuentra también en el Libro Primero, capítulo XXI, número 3, casi casi la transcriben literalmente, sin embargo, aquí también hay un pequeño quiebre. Esta es tal y como se lee de corrido originalmente (resaltamos en negrilla los párrafos con los cuales se compuso la cita de Francisco):
No te ocupes en cosas ajenas ni te entremetas en las causas de los mayores.
Mira siempre primero por ti, y amonéstate a ti mismo más especialmente que a todos cuantos quieres bien.
Si no eres favorecido de los hombres, no te entristezcas por eso, sino aflígete de que no te portas con el cuidado y circunspección que convienen a un siervo de Dios y a un devoto religioso.
“La Imitación de Cristo” es el libro que en una de las versiones sobre la muerte de Juan Pablo I nos dijeron estaba entre sus manos cuando lo encontraron sin vida. Por favor, ahora no vaya salir alguien a decir que con esta alusión estamos deseando la muerte de Francisco. Gracias.
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