En una de sus recurrentes cartas al director de Il Tempo, Luigi Bisignani ha revelado otra de las presuntas movidas de Francisco relacionadas con su sucesión. Aunque decimos mal, porque la cosa iría aún más allá, según parece. Nuestra traducción del aparte primordial.
Follow @SECRETUMMEUMEn estos días, el Dicasterio para los Textos Legislativos, dirigido por el arzobispo napolitano Filippo Iannone, de 66 años, responsable de la redacción e interpretación de las leyes y precedentemente nunca consultado desde que Francisco es Papa, ha recibido, sorprendentemente, el mandato de involucrar canonistas de las mejores universidades europeas para preparar una ley marco para ser presentada a los cardenales que, durante la sede vacante, se reunirán en Roma para «gobernar» la Iglesia.
La nueva ley establecería incluso el «avatar» del futuro jefe de la Iglesia y soberano del Estado Vaticano. La preparación del texto legislativo debería prever, en particular, cuáles prácticas adoptar en el caso en el cual un Papa no pueda desempeñar su cargo en un determinado momento por motivos de edad o enfermedad. En otras palabras, disciplinaría quién y cómo puede pedir —y tal vez imponer— a un Papa reinante dejar vacante el trono de Pedro, retirándose a la vida privada para cuidar diversas dolencias y achaques. Un zurdazo verdaderamente jesuítico: casi como si el Papa Francisco, que en más de una ocasión ha afirmado que no tiene intención de dimitir, con su «no es ni un pensamiento ni un deseo» quisiera enviar el balón al campo de quienes lo eligieron: una especie de martirio espiritual, fiel al lema «perinde ac cadaver» —como un cadáver— que los jesuitas atribuyen a la obediencia observada. Sin embargo, esta obediencia afectará a sus sucesores y no a él.