Fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe en el Vaticano (en México, por si hubiera que aclarar, esta celebración tiene el rango de solemnidad), León XIV ha presidido la Misa en la Basílica de San Pedro y, en una de esas raras ocasiones, hemos escuchado al Papa orar a la Santísima Virgen refiriéndose a sí mismo en primera persona, como certifica el pasaje que hemos citado en el titular. Precisamente lo que dice dicho pasaje es una de las principales preocupaciones de muchos de los católicos del mundo durante los pasados doce años, que no sentían, sentíamos, que estuvieramos siendo confirmados en la Fe por el directamente encargado de hacerlo, muy por el contrario, fue el quien en gran parte instigó el estado de división y confusión en el que nos encontramos actualmente. Obviamente el sucesor jamás va a aceptar lo que acabamos de escribir, pero es de esperarse que en el próximo consistorio extraordinario, del cual ya todos los implicados están avisados pero del cual nadie ha confirmado su convocatoria, se preste atención relevante y preponderante a esta materia.
Adentrados ya un poco en la homilía pronunciada hoy por León, diríamos que menos de la mitad de su contenido fue una homilía como la conocemos, porque el resto fue más bien una oración a Nuestra Señora de Guadalupe, de la cual proviene el fragmento que hemos citado.
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