Sunday, January 12, 2025

¿Recibe y Acoge el Estado Vaticano a Todos los Migrantes Indiscriminadamente y sin Restricciones, Como Constantemente Francisco Solicita de los Otros Estados?

Este es un artículo de Informazione Cattolica, Ene-12-2025. Traducción de Secretum Meum Mihi (con adaptaciones).

Inmigrantes ilegales, represión del Vaticano

PUERTAS ABIERTAS A LOS “MIGRANTES”, PERO NO EN LA CIUDAD-ESTADO DEL PAPA BERGOGLIO

por Pietro Licciardi


Una noticia “curiosa” llega desde la Ciudad del Vaticano, donde con decreto del presidente de la Pontificia Comisión para el Estado, recientemente se han aumentado las penas por entrada ilegal en territorio pontificio. De hecho, quien entre en el territorio del Estado de la Ciudad del Vaticano con violencia, amenazas o engaños «será castigado con pena de prisión de uno a cuatro años y multa de 10.000,00 a 25.000,00 euros».

Según el artículo 1, apartado 2, del decreto, «se considera que la entrada se ha verificado “mediante engaño” cuando se produce mediante la evasión fraudulenta de los sistemas de seguridad y protección del Estado o mediante la elusión de los controles fronterizos». Constituye circunstancia agravante, que supone un aumento de la pena de hasta dos tercios, «si la persona, para cometer el delito, entra en el territorio del Estado conduciendo un vehículo, evadiendo o forzando el control fronterizo o incumpliendo la invitación a detenerse dada por la fuerza pública».

Finalmente, cualquiera que sea sorprendido en flagrancia es arrestado inmediatamente. Está en flagrancia «quien es sorprendido en el acto de cometer el delito o si, inmediatamente después de la comisión del hecho, es perseguido por la fuerza pública, por parte de la persona agraviada o es sorprendido con cosas o rastros, que hagan presumir que ha cometido el delito o ha tenido concurso en él, o es identificado a través de las telecámaras del sistema de videovigilancia».

Es cierto, dirán ustedes, que las entradas clandestinas dentro de los muros del Vaticano deben ser perseguidas, pues son potencialmente peligrosas para la seguridad del Estado y de quienes allí trabajan y residen. Y de hecho el mismo Catecismo de la Iglesia Católica, en el punto 2241, establece que «Las autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas».

Lástima que lo que el Papa Bergoglio aplica a su Ciudad-Estado no lo reconozca también a otros Estados, incluida Italia, que según sus numerosas intervenciones debería acoger con los brazos abiertos y sin límites a las multitudes de migrantes que intentan desembarcar en nuestras costas de manera fraudulenta, evadiendo cualquier control, forzando la frontera y engañando a las autoridades sobre sus reales intenciones y necesidades.

Desgraciadamente, hay que constatar que la de Francisco aparece a menudo como una indebida interferencia en las políticas de los Estados en materia de inmigración, realizada invocando, aunque sea parcialmente, la moral católica que es muy clara en la materia, y para ello nos remitimos de nuevo al punto 2241 del Catecismo. Y no escapa que en esto el Santo Padre se muestra terriblemente en sintonía con esos lobbys globalistas que pretenden hacer desaparecer a los pueblos y nuestras culturas promoviendo un melting pot que, como toda construcción ideológica planeada en el escritorio, acabará en lo contrario de lo que promete. Y en lo contrario a lo que la Iglesia hace.