Monday, February 26, 2024

Sor Linda Pocher, teóloga que reunió a Francisco con una obispa anglicana: «El Papa no está en contra del diaconado femenino»

Aparece hoy en El Debate una entrevista con sor Linda Pocher (primera a la derecha en la foto), teóloga que organizó la presencia en la más reciente reunión del consejo de cardenales, C-9, de una obispa anglicana. Entre otras cosas, en esta entrevista Pocher anuncia que la intervención de esta obispa para dicha ocasión va a ser publicada proximamente y, no menos importante, en la última respuesta esboza una posible forma en la cual se introducirán las diaconisas en la Iglesia.

–¿Cómo fue la experiencia de organizar la participación de Jo Bailey Wells, obispa anglicana, en la reunión con el grupo de cardenales asesores del Papa Francisco sobre el «mundo de las mujeres en la Iglesia»?

–La experiencia fue, en primer lugar, una vivencia de fraternidad y amistad ecuménica para mí. Jo Wells es una persona muy colaboradora y motivada por un gran deseo de comunión entre las iglesias. Fue muy enriquecedor conocer el proceso experimentado por la Iglesia anglicana en relación con la ordenación de mujeres, que la obispa compartió con nosotros con sinceridad, sin ocultar las dificultades. Creo que también para el Papa y el C9 fue una oportunidad de conocer una realidad diferente a la católica, y este conocimiento de lo diferente nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos y nuestras convicciones.

–¿Cuál fue la razón detrás de la elección de Jo Bailey Wells para compartir la experiencia de la Iglesia anglicana en la introducción de diaconisas, sacerdotisas y obispas? ¿Se tuvo en cuenta la perspectiva de los anglocatólicos que tienen una visión negativa de este proceso?

–Creo que, dado que como católicos vivimos en el mundo y no fuera de él, es importante conocer también las experiencias de los demás. Especialmente cuando nos enfrentamos a una situación que desafía nuestras costumbres, como la demanda de las mujeres de tener un mayor espacio y reconocimiento en la Iglesia. Tanto en su conferencia, que se publicará en unos meses gracias a las ediciones Paoline, como en el diálogo con el Papa y los cardenales, la obispa también nos habló de aquellos que tienen una visión negativa de este proceso, por supuesto.

–¿Cómo describe el papel del Papa Francisco en relación con el diaconado femenino y su interés en comprender cómo implementar este ministerio en la Iglesia Católica?

–No he tenido la oportunidad de preguntar directamente al Papa sobre su pensamiento respecto al diaconado femenino, y ciertamente no soy la portavoz del Papa. Sin embargo, me parece que sus acciones a lo largo de su pontificado, que están a la vista de todos, son transparentes desde este punto de vista: el Papa ha nombrado ya dos comisiones de estudio sobre el tema, e incluso el documento final de la primera sesión del sínodo afirma que es necesario continuar la investigación. Me parece que esto indica que el Papa no está en contra del diaconado femenino, sino que, con prudencia, confía en el estudio de los expertos y en el diálogo de la asamblea sinodal para buscar juntos cómo actualizar este ministerio, que sabemos estaba presente en la Iglesia antigua, pero que debe adaptarse a las necesidades y sensibilidades de los creyentes de hoy, obviamente respetando la tradición.

–¿Puede proporcionar más detalles sobre las posiciones expresadas por los cardenales durante la reunión? ¿Hubo objeciones significativas y cómo se abordaron?

–Los cardenales que participan en el C9 provienen de contextos culturales muy diversos y expresan sensibilidades diferentes. Lo que los une es la disposición a escuchar y dialogar, en un ambiente de libertad espiritual que ciertamente es fomentado por el estilo de liderazgo del Papa Francisco. Me parece que el deseo de dar más espacio a las mujeres es generalmente compartido, pero la forma de llevar a cabo este deseo está fuertemente condicionada por las diferencias culturales. En cuanto al diaconado, diría que para algunos, la preocupación de que esta elección pueda llevar a una «clericalización» de las mujeres es bastante fuerte. Por eso es importante reflexionar sobre el «cómo» antes de tomar decisiones. Aparte de esto, no creo que sea apropiado de mi parte ser intérprete del pensamiento de los cardenales. Si desea conocer su opinión, le sugiero que se la solicite directamente a ellos.

–En relación con la perspectiva de ampliar los derechos a los bautizados, ¿cómo cree que esto cambiará la dinámica entre el ministerio ordenado y el diaconado femenino?

–No creo haber hablado nunca del ministerio como un «derecho», aunque he leído esta declaración atribuida a mí en algunos artículos. No se trata de derechos, sino de posibilidades. Creo que es importante discernir los carismas personales, independientemente del estado de vida, para que todos los bautizados puedan contribuir a la construcción del Reino. Durante muchos siglos, la Iglesia ha conocido un único ministerio instituido: el sacerdotal, en sus diversos grados. Una Iglesia en la que los ministerios son muchos y no solo uno podría asemejarse más a ese cuerpo con muchas partes del cual habla San Pablo en sus cartas. Cómo realizar esta pluralidad, esta comunión de diferentes carismas y diferencias, es precisamente el camino que el Sínodo está llamado a discernir.

–¿Cuál es su opinión sobre la propuesta presentada en el documento de la Comisión Teológica Internacional (CTI) en 2002, que trata sobre la posible restauración del papel de las diaconisas en la Iglesia? Considerando que el texto destaca que ciertamente existía un ministerio de diaconisas en el pasado, desarrollado de manera desigual en diversas partes de la Iglesia y no era simplemente equivalente al diaconado masculino. ¿Cree que la posibilidad de restablecer el papel de las diaconisas debería ser discernida por el Magisterio de la Iglesia en los tiempos actuales para contribuir a la vida de la comunidad cristiana?

–Ciertamente, la experiencia de las antiguas Iglesias en relación con las diaconisas es un elemento importante. Sin embargo, creo que el punto no es restaurar algo del pasado, sino escuchar lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias hoy y actuar en consecuencia. Personalmente, creo que un buen camino podría ser dejar a las Iglesias locales un margen de experimentación, incluso con formas diversas, según la cultura y las necesidades pastorales concretas.