¿No nos han dado la birreta roja y ya estamos haciendo la primera entrega de nuestras memorias, Sr. cardenal?
En el primer diario de habla hispana —según el concepto mundano, obvio— y el primero anticatólico en la misma lengua, El País, el apenas designado cardenal Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio, arzobispo de Lima, Perú, ha explicado uno de los motivos por los cuales fue nombrado cardenal, logicamente en forma velada: Su lucha para que emergiera la verdad sobre el Sodalicio de Vida Cristiana. Aunque estamos sobresimplificando su escrito, porque lo que más bien parece, por el estilo utilizado, es una adelanto editorial de sus memorias, no sin una defensa férrea de la Teología de la Liberación.
Yendo a lo concreto, lo que nos llama la atención del escrito del neocardenal es que al final emite una opinión personal que ya revestida del halo cardenalicio podría interpretarse no simplemente como su opinión sino como un futuro paso que dará su jefe, el que lo designó cardenal:
El Sodalicio y los otros grupos fundados por Figari no son salvables porque nacen mal y sus frutos a lo largo de los últimos cincuenta años así lo demuestran. Al servicio de la guerra fría latinoamericana, ha sido una máquina destructora de personas, inventado una fe que encubre sus delitos y su ambición de dominio político y económico. No hay nada espontaneo en sus miembros. No hay libertad y sin ella no hay fe. Como experimento fallido, debería ser suprimido por la Iglesia.
Entonces, lo que nosotros interpretamos no es que el Sodalició “debería ser suprimido por la Iglesia”, sino que en el efecto así va a ser. Por lo demás, si quiere Usted leer completo el escrito del neocardenal, vaya al enlace proporcionado.
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