Wednesday, September 25, 2024

Qué es la Acción Ordinaria del Demonio y Cómo Contrarrestarla

Aprendimos más con este comentario sobre una catequésis de Francisco que con la propia catequésis. Su autor, el P. Francesco Bamonte, es actualmente vicepresidente de la Asociación Internacional de Exorcistas, anteriormente su presidente, y ha escrito este comentario en agencia SIR, Sep-25-2024, que es la agencia de noticias de los obispos italianos. Traducción de Secretum Meum Mihi (con adaptaciones).

Qué es la acción ordinaria del demonio y cómo contrarrestarla

La tentación diabólica no produce sus devastadoras consecuencias si nuestra voluntad humana, con la ayuda de Dios, se compromete a resistirla. De hecho, somos libres de aceptar o rechazar las sugerencias del demonio. Y Dios, por su parte, entre las diferentes ayudas, nos da la posibilidad de saber distinguir lo que Él nos sugiere y lo que nos sugiere el demonio

Francesco Bamonte (*)
25 de septiembre de 2025


La catequésis de hoy del Papa Francisco nos ofrece la ocasión para reflexionar sobre la acción ordinaria del demonio. Esta corresponde a la tentación e involucra a todos, sin excluir a nadie. La acción extraordinaria, como la vejación o la posesión, ciertamente impresiona por sus manifestaciones, pero la ordinaria es la acción diabólica más peligrosa porque quiere conducirnos a la perspectiva definitiva y absoluta del sufrimiento eterno. El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 74 es claro: “Los demonios intentan asociar al hombre a su rebelión contra Dios”.

Para ello, Satanás y los demonios estudian a fondo los puntos débiles de cada uno de nosotros actuando con tentación sobre nuestra esfera psíquica con la intención de alterar el juicio de nuestro intelecto y obtener el consentimiento de nuestra voluntad. Para tentarnos utilizan dos poderosos aliados: la “carne” y el “mundo”.

La carne es nuestra naturaleza humana herida por el pecado original y que permanece vulnerable incluso después del bautismo, porque está inclinada al mal por aquello que el lenguaje tradicional indica con el término de concupiscencia. El mundo no es simplemente el ambiente en el cual vivimos o el género humano en general, sino, como escribe el evangelista Juan, aquellos que, con distintos grados de conciencia, viven separados de Dios, formando el conjunto de quienes, en efecto, sirven al “príncipe de este mundo”, es decir, Satanás, difundiendo el pecado en la sociedad.

Como recordó el Papa, el mundo, incluidos los medios tecnológicos creados y gestionados por el hombre, presentan continuamente oportunidades para pecar, instigándonos a hacer lo contrario de lo que Jesús ha enseñado.

Aquí pues el diablo, através el mundo, propone como amables e imitables los escándalos y malos ejemplos, los espectáculos corruptos, los placeres y los entretenimientos refinados e inmorales.

Y al mismo tiempo siembra discordia, desencadena guerras, crea divisiones, confunde las mentes incluso a través de ideologías revestidas de falso humanitarismo. Hoy utiliza los poderosos medios de comunicación social, los medios y las redes sociales, para orientar y condicionar el pensamiento de la humanidad contra Dios, separándola de su Amor.

Una tentación con la que Satanás siempre ha insidiado al ser humano, y que el Papa Francisco ha señalado en su catequesis, es la del esoterismo, el ocultismo, la brujería y el satanismo. Satanás se esfuerza en hacer creer a los hombres que mediante de estas prácticas se puede obtener elevación espiritual, poderes extraordinarios, autorrealización y el cumplimiento de los propios deseos y felicidad. En realidad es exactamente lo contrario.

Al adherirse a la mentalidad mágica y a las prácticas ocultistas, el hombre sigue el camino indicado por Satanás, a medida que crece cada vez más en el deseo de querer llegar a ser como Dios, haciendo suyo el antiguo desafío de los ángeles rebeldes, llegando a colocarse ilusoriamente en el lugar de Dios. su ruina en ese punto es inevitable.

En conclusión, nunca se debe olvidar que la tentación diabólica no produce sus consecuencias devastadoras si nuestra voluntad humana, con la ayuda de Dios, se compromete a resistirla.

De hecho, somos libres de aceptar o rechazar las sugestiones del demonio.

Y Dios, por su parte, entre las diversas ayudas, nos da la posibilidad de saber distinguir lo que Él nos sugiere y lo que nos sugiere el demonio.

En la carta a los Efesios, San Pablo nos enseña a rechazar al demonio: “Revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo” (Ef 6, 11) y luego añade “fortaleceos en el Señor” (Efesios 6, 10).

Debemos estar vigilantes en la oración, asiduos a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, deteniendose a menudo con Jesús en la adoración eucarística. En particular, debemos cultivar una verdadera devoción mariana, amando el rezo del Rosario con amor de predilección y, unidos a Nuestra Señora, cumplir bien nuestro deber diario con espíritu de fe y amor hacia todos.

Si, pues, por falta de vigilancia o por cualquier otro motivo, a veces prevalece la tentación y se cae en el pecado, no debemos perder la esperanza. El Señor está siempre dispuesto a perdonar a sus hijos que, sinceramente arrepentidos, llaman a la puerta de su Misericordia. Para ello instituyó el sacramento de la Confesión, que, recordémoslo, no sólo sirve para perdonar los pecados, sino que es también un medio para realizar la conversión continua que necesitamos.

(*) Siervo del Inmaculado Corazón de María y vicepresidenta de la Asociación Internacional de Exorcistas