El pasado Martes, Oct-01-2024, se realizó una vigilia penitencial en la Basílica de San Pedro, en el curso de la cual siete cardenales a nombre de la Iglesia pidieron perdón por unos supuestos pecados de la Iglesia. En la “reflexión” de Francisco al final de la vigilia, reveló que los textos leídos por los siete cardenales fueron redactados por él.
Y como para que no quedara duda, durante la primera conferencia de prensa sobre el Sínodo, realizada Oct-03-2024, en la sesión de preguntas y respuestas, la primera pregunta precisamente fue quién había escrito esas peticiones de perdón, a lo cual el Secretario especial de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispso, Mons. Riccardo Battocchio, ha respondido lo obvio, que fue Francisco quien las escribió y que así mismo lo dijo el día anterior durante la “reflexión”.
En la edición semanal en español de L'Osservatore Romano, Oct-04-2024, aparece una traducción al español de cada una de aquellas peticiones de perdón compuestas por Francisco y leídas por siete cardenales durante la vigilia penitencial.
Las 7 peticiones de «perdón a quienes han sido heridos por nuestros pecados»
Follow @SECRETUMMEUMPublicamos el texto de las peticiones de perdón escritas personalmente por el Papa Francisco y leídas por siete cardenales durante la vigilia penitencial del martes 1 de octubre, presidida por el Pontífice en la basílica vaticana.
Card. Oswald GRACIAS,
Arzobispo de Bombay (India)
Pido perdón a Dios Padre, sintiéndome avergonzado por el pecado de la falta de valentía, de la valentía necesaria para buscar la paz entre los pueblos y las naciones, en el reconocimiento de la dignidad infinita de cada vida humana en todas sus fases, desde el estado naciente hasta la vejez, especialmente los niños, los enfermos, los pobres, el derecho a tener un trabajo, una tierra, un hogar, una familia, una comunidad en la que vivir libremente, del valor que es el paisaje y la cultura de cada zona del planeta. Para hacer la paz se necesita valentía: para decir sí al encuentro y no a la confrontación; sí al respeto a los acuerdos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la falsedad. En nombre de todos los fieles, pido perdón a los que nacen hoy y nacerán después de nosotros, a las generaciones del futuro que nos prestan este mundo y que tienen derecho a habitarlo, un día, en armonía y paz. Nuestro pecado es aún más grave si invocamos el nombre de Dios para justificar la guerra y la discriminación. Perdónanos, Señor
Card. Michael CZERNY, S.J.,
Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral
Pido perdón, sintiéndome avergonzado por lo que también nosotros, los fieles, hemos hecho para transformar la creación de un jardín en un desierto, manipulándola a nuestro gusto; y por lo que no hemos hecho para impedirlo. Pido perdón, sintiendo vergüenza, por cuando no hemos reconocido el derecho y la dignidad de toda persona humana, discriminándola y explotándola —pienso en particular en los pueblos indígenas— y cuando hemos sido cómplices de sistemas que han fomentado la esclavitud y el colonialismo. Pido perdón, sintiéndome avergonzado, porque cuando hemos tomado y seguimos siendo partícipes de la globalización de la indiferencia frente a las tragedias que transforman las rutas marítimas y las fronteras entre las naciones para tantos migrantes de un camino de esperanza a un camino de muerte. El valor de la persona es siempre mayor que el de la frontera. En este momento escucho la voz de Dios que nos pregunta a todos: "¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermana? Perdónanos, Señor
Card. Seán Patrick O'MALLEY, O.F.M. Cap.,
Arzobispo Metropolitano Emérito de Boston, Estados Unidos de América
Pido perdón, sintiéndome avergonzado, por todas las veces que los fieles hemos sido cómplices o hemos cometido directamente abusos de conciencia, abusos de poder y abusos sexuales. Cuánta vergüenza y dolor siento cuando considero sobre todo los abusos sexuales cometidos contra menores y personas vulnerables, que han robado la inocencia y profanado la sacralidad de los débiles e indefensos. Pido perdón, sintiendo vergüenza, por todas las veces que hemos usado la condición del ministerio ordenado y de la vida consagrada para cometer este terrible pecado, sintiéndonos seguros y protegidos mientras nos aprovechamos diabólicamente de los pequeños y los pobres. Perdónanos, Señor
Card. Kevin Joseph FARRELL,
Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida
Pido perdón en nombre de todos los que están en la Iglesia, especialmente de nosotros, los hombres, sintiéndonos avergonzados por todas las veces que no hemos reconocido y defendido la dignidad de la mujer, cuando la hemos hecho muda y subyugada, y no pocas veces explotada, especialmente en la condición de vida consagrada. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que hemos juzgado y condenado antes de ocuparnos de la fragilidad y las heridas de la familia. Pido perdón, sintiendo vergüenza, por todas las veces que hemos robado la esperanza y el amor a las generaciones más jóvenes, cuando no hemos comprendido la delicadeza de los pasos de crecimiento, de las tribulaciones de la formación de la identidad, y no estamos dispuestos a sacrificarnos por su derecho a expresar sus talentos y su profesionalidad encontrando un trabajo digno y recibiendo un salario justo. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que hemos preferido vengarnos, en lugar de dedicarnos a la búsqueda de la justicia, abandonando a los que cometen errores en las cárceles y recurriendo al uso de la pena de muerte. Perdónanos, Señor.
Card. Víctor Manuel Fernández,
Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe
Pido perdón y me avergüenzo de todas las veces que en la Iglesia, especialmente nosotros, los pastores, a quienes se nos ha confiado la tarea de confirmar a nuestros hermanos y hermanas en la fe, no hemos sido capaces de conservar y proponer el Evangelio como fuente viva de eterna novedad, “ado ctrinando” y arriesgándolo a reducirlo a un montón de piedras muertas para arrojar a los demás. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que hemos dado justificación doctrinal a un trato inhumano. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por no haber sido testigos creíbles del hecho de que la verdad libera, por cuando hemos obstaculizado las diversas inculturaciones legítimas de la verdad de Jesucristo, que siempre recorre los caminos de la historia y de la vida para ser encontrado por aquellos que quieren seguirlo con fidelidad y alegría. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por las acciones y omisiones que han impedido y dificultan la recomposición en la unidad de la fe cristiana y de la auténtica fraternidad de todo el género humano. Perdónanos, Señor.
Card. Cristóbal LÓPEZ ROMERO, S.D.B.,
Arzobispo de Rabat (Marruecos)
Pido perdón en nombre de todos en la Iglesia, sintiéndome avergonzado por las veces que hemos vuelto la cabeza hacia el otra parte ante el sacramento de los pobres, prefiriendo adornarnos a nosotros mismos y al altar con una preciosidad culpable que quita el pan a los hambrientos. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por la inercia que nos impide aceptar la llamada a ser una Iglesia pobre de los pobres y que nos hace ceder a la seducción del poder y a la adulación de los primeros lugares y de los títulos jactanciosos. Pido perdón, sintiéndome avergonzado, porque cuando cedemos a la tentación de escondernos en el centro, protegidos dentro de nuestros espacios eclesiales, enfermos de autorreferencialidad, resistiéndonos a salir, descuidando la misión en las periferias geográficas y existenciales. Perdónanos, Señor.
Card. Christoph SCHÖNBORN,
O.P., Arzobispo de Viena (Austria)
Pido perdón, sintiéndome avergonzado por los obstáculos que se interponen en el camino de la construcción de una Iglesia verdaderamente sinodal, sinfónica, consciente de ser el pueblo santo de Dios que camina juntos reconociendo la común dignidad bautismal. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que no hemos escuchado al Espíritu Santo, prefiriendo escucharnos a nosotros mismos, defendiendo opiniones e ideologías que hieren la comunión en Cristo de todos, esperada al final de los tiempos por el Padre. Pido perdón, sintiéndome avergonzado por haber transformado la autoridad en poder, sofocando la pluralidad, no escuchando a las personas, dificultando la participación de tantos hermanos y hermanas en la misión de la Iglesia, olvidando que todos estamos llamados en la historia, por la fe en Cristo, a convertirnos en piedras vivas del único templo del Espíritu Santo. Perdónanos, Señor