Friday, August 29, 2025

Vaticano, La «Casta» De Bergoglio. En Los Eventos De León XIV Sólo Periodistas Seleccionados

Breve y al punto el siguiente artículo de Francesco Capozza en Il Tempo, Ago-28-2025, delineando cómo los periodistas bergoglianos, de los cuales en otras ocasiones hemos dicho hacen relaciones públicas y no periodismo, tienen secuestrada la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Traducción de Secretum Meum Mihi (con adaptaciones).

Vaticano, la «casta» de Bergoglio. En los eventos de León XIV sólo periodistas seleccionados

Para decidir quién participa en los encuentros, la asociación privada querida por el Papa Francisco con 250 inscritos «seleccionadísimos»

FRANCESCO CAPOZZA


Quienes escriben sobre la Iglesia, el Papa y el Vaticano —los así llamados «vaticanistas»— para un periódico deben, aunque no necesariamente, estar acreditados ante la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Esta importante institución, creada en los primeros años cincuenta del siglo pasado por voluntad del entonces Sustituto de la Secretaría de Estado, Giovanni Battista Montini (futuro Paulo VI), acoge a periodistas de todo el mundo y a ellos les proporciona información diaria sobre las actividades del pontífice, incluyendo los eventos a los que participa, las misas que celebra, los viajes que efectúa. A todos los corresponsales y editores acreditados les hasido permitido por décadas participar, comunicando cada vez la propia voluntad y la del periódico para el cuál escriben, en estos eventos a los que asiste el Sumo Pontífice para poder escribir y contar sobre ellos.

Sin embargo, desde hace varios años, esto ya no es así. Existe de hecho una asociación privada, o mejor dicho, una verdadera y propia cooperativa (para algunos una especie de sindicato de vaticanistas), que bajo el pontificado de Francisco obtuvo la exclusividad para participar en determinados eventos papales, excluyendo de facto así a miles de otros periodistas acreditados. Quien escribe es obviamente un vaticanista acreditado en nombre y por cuenta de este periódico, pero no está inscrito en el «sindicato bergogliano».

No por voluntad propia, sino porque fue rechazado por esta entidad privada, cuyo nombre es AIGAV, la Asociación Internacional de Periodistas Acreditados ante el Vaticano [Associazione Internazionale dei Giornalisti Accreditati in Vaticano, lit. italiano].

El ambicioso nombre podría sugerir que cualquiera que ejerza esta profesión con la acreditación adecuada podría ser admitido, pero no es así.

De los más de dos mil periodistas internacionales acogidos por la oficina de prensa (durante el periodo del Cónclave, la cifra superó los cuatro mil, incluyendo las solicitudes temporales), solo 250 son miembros de la «Coop bergogliana», seleccionados personalmente por los vértices de la asociación, cuya presidenta es la periodista mexicana Valentina Alazraki (amiga y biógrafa de Bergoglio, obviamente).

Ella, asistida por una junta directiva similar a la de Pravda, decide quién es admitido entre los vaticanistas de todo el mundo.

Por Italia, hay colegas de La Repubblica, de Il Fatto y otros de declarada fe progresista. Sin embargo, muchos ignoran, e incluso prelados de muy alto rango, que desde hace varios años esta asociación privada lleva la voz cantante en la oficina de prensa y sólo los miembros de esta verdadera y propia «secta» tienen el derecho a participar en determinados eventos con la presencia del pontífice. Eventos privados y públicos, algunos muy significativos, pero cuyas puertas se cierran en las narices de miles de otros periodistas. Como el primer encuentro de León XIV con todos los periodistas reunidos en Roma para el Cónclave, al cual fueron admitidos en primera fila (separados de los otros por una barrera) y al besamanos solo un puñado de legidos, obviamente miembros de la AIGAV. O la misa en los jardines de Castel Gandolfo en presencia del presidente ucraniano Volodymyr Zelenzky, a la que solo cinco periodistas seleccionados pudieron asistir. Exclusivamente miembros de la AIGAV, por supuesto.

Todo esto ocurre sin que el portavoz de la oficina de prensa, Matteo Bruni, ni el prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, se inmuten.

Ahora que León XIV se ha establecido firmemente a la guía de la Barca de Pedro, ¿no sería del caso que finalmente pusiera mano también al candente asunto «comunicación vaticana»?