El cardenal Pietro Parolin, ya Ustedes deben saberlo, era en teoría el candidato más opcionado a convertirse en el sucesor de San Pedro en el recientemente terminado cónclave, eso decían. Pues bien, el periódico IL Gionale di Vicenza obtuvo un escrito del cardenal Parolin, el cual llaman “su reflexión”, sobre la elección de León XIV, la cual publican como artículo principal de su edición de May-10-2025. En nuestro pobre y limitado lenguaje del vulgo, diríamos que es el equivalente en una elección política del reconocimiento por parte del perdedor del triunfo de su adversario. Un simil bastante forzado y prosaico, pero es para que se entienda, esperamos no nos vayan a lapidar por la burda asimilación que hacemos. Traducción de Secretum Meum Mihi.
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Todavía “fresco” con la fuerte y enriquecedora experiencia del Cónclave, respondo con gusto a la solicitud de Giornale di Vicenza de escribir un comentario sobre la elección del Papa León XIV, Cardenal Robert Francis Prevost, OSA.
Más que un comentario, es un breve testimonio que me permito ofrecer, partiendo de la alegría de que en tan poco tiempo la Iglesia universal haya encontrado a su Pastor, el Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, tras la enfermedad y fallecimiento del Papa Francisco, quien tuvo la paciencia de mantenerme como su Secretario de Estado durante casi 12 años.
Creemos firmemente que, a través de la acción de los Cardenales electores —también a través de su humanidad— es el Espíritu Santo quien elige al hombre destinado a guiar la Iglesia. Se trata, técnicamente de una elección, pero lo que sucede en la Capilla Sixtina bajo la mirada de Cristo Juez, renueva lo que sucedió en los inicios de la Iglesia cuando se trataba de reconstituir el colegio apostólico después de la dolorosa deserción de Judas Iscariote. Entonces los Apóstoles oraron para que el Señor, que conoce los corazones de todos, les mostrara quién había sido el designado (cf. Hch 12,25).
Este misterio se ha repetido en los últimos días y estamos inmensamente agradecidos al Señor que no abandona la Iglesia, su esposa amada, sino que le provee de Pastores según su corazón. Y estamos inmensamente agradecidos al Papa León XIV por haber aceptado la llamada del Señor a amarlo “más que estos” y a seguirlo, apacentando sus ovejas y corderos como Jesús le pidió a Pedro en el pasaje del Evangelio que leímos el domingo pasado (21,15ss).
Creo no revelar ningún secreto si escribo que un largo y caluroso aplauso siguió a aquel “acepto” que lo convirtió en el 267.º Papa de la Iglesia Católica. Lo que más me impresionó de él fue la serenidad que se reflejaba en su rostro en momentos tan intensos y, en cierto sentido, “dramáticos”, porque cambian totalmente la vida de un hombre. Nunca ha perdido su dulce sonrisa, aunque, imagino, siendo vivamente consciente de los no pocos y no simples problemas que la Iglesia de hoy enfrenta. Ya habiendo hablado largamente sobre ello durante las Congregaciones de Cardenales previas al Cónclave, donde cada uno de los participantes —cardenales electores y no electores— pudo presentar el rostro del catolicismo en sus respectivos Países, los desafíos que le esperan y las perspectivas de futuro.
Y como la Iglesia, siguiendo a su Señor, está profundamente arraigada en la historia de hombres y mujeres de todos los tiempos y latitudes, el nuevo Papa tiene bien presente los problemas del mundo de hoy, como lo demostró desde sus primeras palabras en la Logia de San Pedro, refiriéndose inmediatamente a la paz “desarmada y desarmante”.
Siempre he experimentado esta serenidad en el Cardenal Prevost, a quien tuve la oportunidad de conocer al inicio de mi servicio como Secretario de Estado para un asunto espinoso que afectaba a la Iglesia en Perú, donde era Obispo de la Diócesis de Chiclayo. Tuve la oportunidad de colaborar directamente con él durante estos dos últimos años, después de que el Papa Francisco lo llamara a Roma y lo pusiera al frente del Dicasterio para los Obispos. Pude experimentar en él conocimiento de las situaciones y las personas, serenidad en la argumentación, equilibrio al proponer soluciones, respeto, atención y amor por todos.
Creo que el Papa León XIV, además obviamente de la gracia del Señor, encontrará en su gran experiencia como religioso y pastor, así como en el ejemplo, la enseñanza y la espiritualidad del gran padre Agustín —a quien citó en sus primeras palabras— los recursos para el desempeño eficaz del ministerio que el Señor le ha confiado, para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad.
Estamos cerca de él con nuestro afecto, nuestra obediencia y nuestra oración.