Sunday, June 1, 2025

Nuestra Existencia Como Seguimiento De Jesús Junto Con María, Discurso De León En La Conclusión Del Mes De Mayo

Esta entrada nos permite fijar la atencion en dos hechos difícilmente atestiguados durante los pasados doce años. El primero es que León fue a los Jardines del Vaticano para la conclusión del mes de Mayo, es decir, el mes mariano, cosa que el “amado” antecesor no hacía, el primer año lo trasladó a la Plaza de San Pedro, luego ya nunca más. Lo otro es que se vio a León de rodillas, el antecesor poco lo hacía a raíz, eso decían, de los problemas de artrosis, si acaso por allí se recuerda verlo de rodillas durante el rezo de la Profesión de Fe en la Pascua, y frente al Santísimo Sacramento solamente las veces que visitó a Benedicto XVI y eran captados orando juntos.

Todavía no hay una traducción oficial al español del discurso pronunciado por León, aquí una traducción proporcionada por Zenit, May-31-2025.

Queridos hermanos y hermanas,

Me uno con alegría a ustedes en esta Vigilia de Oración al final del mes de mayo. Es un gesto de fe con el que nos reunimos de forma sencilla y devota bajo el manto maternal de María. Este año, además, recuerda algunos aspectos importantes del Jubileo que celebramos: la alabanza, el camino, la esperanza y, sobre todo, la fe meditada y manifestada juntos. Han rezado juntos el Santo Rosario: una oración, como subrayó san Juan Pablo II, con fisonomía mariana y corazón cristológico, que «concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico» (Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 16 de octubre de 2002, 1).

Han rezado juntos el Santo Rosario: una oración, como subrayó san Juan Pablo II, con fisonomía mariana y corazón cristológico, que «concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico» (Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 16 de octubre de 2002, 1).

Y de hecho, meditando los Misterios Gozosos, durante el camino que habéis recorrido, habéis entrado y os habéis detenido, como en una peregrinación, en muchos lugares de la vida de Jesús: en la casa de Nazaret contemplando la Anunciación, en la de Zacarías contemplando la Visitación —que celebramos hoy—, en la gruta de Belén contemplando la Navidad, en el Templo de Jerusalén contemplando la presentación y el posterior hallazgo de Jesús. Os han acompañado, en el Ave María repetido con fe, las palabras del Ángel a la Madre de Dios: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28), y las de Isabel, que la acogió con alegría: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!» (Lc 1,42).

Vuestros pasos, así, han estado marcados por la Palabra de Dios, que ha marcado, con su ritmo, el progreso, las paradas y las salidas, al igual que para el pueblo de Israel en el desierto, en su camino hacia la Tierra Prometida. Consideremos, pues, nuestra existencia como un camino en el seguimiento de Jesús, que debemos recorrer, como lo hemos hecho esta tarde, junto a María. Y pidamos al Señor que sepa alabarlo cada día, «con la vida y con la lengua, con el corazón y con los labios, con la voz y con la conducta» (San Agustín, Discurso 256, 1), evitando la discordia: la lengua en sintonía con la vida y los labios con la conciencia (cf. ibíd.).

Saludo a los cardenales presentes, a los obispos, a los sacerdotes, a las personas consagradas y a todos los fieles. Quisiera expresar, en particular, mi afecto y gratitud a las Hermanas Benedictinas del Monasterio Mater Ecclesiae, quienes con su oración secreta y constante apoyan nuestra comunidad y nuestra obra.

Que la alegría de este momento perdure y crezca en nosotros, «en nuestra vida personal y familiar, en todos los ámbitos, especialmente en la vida de esta familia que aquí, en el Vaticano, sirve a la Iglesia universal» (Benedicto XVI, Conclusión del mes de mayo, 31 de mayo de 2012). Que el Señor nos bendiga y nos acompañe siempre, y que María interceda por nosotros. ¡Gracias!